Blackwater (I): La riada, de Michael McDowell.

 


La calma preocupante, la furia desbordante y las consecuencias inclementes. Con estos tres términos podríamos representar los tres momentos de una riada; especialmente devastadoras en EEUU fueron las dos del Mississippi, una en el 1927 y otra en 2005 (para las consecuencias de esta última, resulta imprescindible la serie de televisión Tremé).

Si aunamos realia y metáfora, podemos decir que la publicación de La riada, primer libro -mejor que primera parte- de seis de la saga Blackwater, de Michael McDowell, por parte de Blackie Book ha supuesto también un desbordamiento: todas las redes sociales, blogs y webs dedicados a la literatura de terror se han visto anegado de noticias, anuncios y reseñas de esta publicación, que, a diferencia de una inundación, irrumpirá con una cadencia, una parte cada quince días, en las librerías; una gran jugada de la editorial, que, además, obedece a la concepción original del autor, cuya exigencia fue la publicación de cada tomo en meses consecutivos, como si fuese un folletín del siglo XIX. Y es que La Riada tiene mucho que ver con las novelas río de finales del diecinueve y principios del veinte; tanto que a uno, cuando la lee, se le olvida que fue escrita a mitad de los ochenta y la cree contemporánea de los hechos, situados en 1919.

Pero volvamos a la calma, la furia y las consecuencias de las que hablábamos al principio. Y es que tal como el fenómeno de la naturaleza, así el contenido y las formas del libro. Si la trama comienza cuando la riada acaba de terminar, sin embargo tras ella misma comienza una nueva, la que supone la aparición -la erupción- de Elinor Dammert en Perdido. Presentado el personaje de manera magistral a final del prólogo, ella sola se encargará de remover, vapulear y cambiar la vida del pequeño pueblo, dominado por tres aserraderos de tres familias adineradas distintas. La inclusión de Elinor en una de ellas, la de los Caskey, ocasionará más destrozos que la propia inundación.

Todo ello, en este primer libro que sirve como prólogo a su vez de la saga, está narrado en su mayor parte con sosiego, diálogos y actuaciones que perfilan perfectamente a los personajes y sus interacciones familiares (marcada por la preponderancia de la figura femenina frente a la masculina); aquí es cuando más le parece a uno estar leyendo a Willa Cather, Charles Dickens o cualquier escritor de costumbres sociales de corte realista. Pero, incluso en estos momentos, algo oscuro se esconde en los adjetivos, en pequeños párrafos, en el ambiente. Es la “calma preocupante”. Y entre conversaciones, relaciones de personajes y descripciones del pueblo, escenas relampagueantes, afiladas, macabras, explosivas, en las que uno entiende porqué Stephen King considera a McDowell “el mejor de ellos”. En ellas, la “furia desbordante”.

Es digno de mención como el estilo de McDowell se adapta tanto a las escenas de costumbre como a las de acción y terror.

¿Y qué hay de “las consecuencias inclementes”? Pues estas ya se dejan ver a lo largo del libro, pero, apuesto todo al negro, perdón, al rojo, que caerán de manera aplastante en el segundo libro.

Por los dioses, que vuelva a llover… O no.

Información de la contraportada:

Las gélidas y oscuras aguas del río Blackwater inundan Perdido, un pequeño pueblo al sur de Alabama. Allí, los Caskey, un gran clan de ricos terratenientes, intentan hacer frente a los daños causados por la riada. Liderados por Mary-Love, la incontestable matriarca, y Óscar, su obediente hijo, los Caskey trabajan por recomponerse y salvaguardar su fortuna. Pero no cuentan con la aparición de la misteriosa Elinor Dammert. Una joven hermosa pero parca en palabras con un único objetivo: acercarse a los Caskey cueste lo que cueste.

Datos técnicos:

Blackwater: La riada (Blackwater: The Flood). Michael McDowell, 1983.

Editorial: Blackie Books, 2024.

Traductor: Carles Andreu.

Ilustrador de portada: Pedro Oyarbide.

Tapa blanda. 11 x 16,3cms

Número de páginas: 272.

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