Blackwater (II): El dique, de Michael McDowell

 


Pasos para construir un dique de contención en dos sencillos pasos (no intentar en casa): sobre la superficie de los laterales del río, nivelada, se apila y se apelmaza tierra hasta alcanzar un nivel superior al río, como para amenazarlo y calmarlo; sobre ella, se colocan sacos de arena o bien un coronamiento pétreo. Con ello, se pone freno a las aguas que se puedan desbordar, pero ¿y si el tumulto no es fluvial sino proveniente de la naturaleza humana?

Porque en La Riada vimos que el desorden en el pueblo, y sobre todo en la familia Caskey, lo provocaba más que el río una persona, Elinor, que tras su boda con Oscar amenazaba con quitar la primacía —de nuevo, en su familia y en el pueblo también— a la matriarca, Mary-Love.

Esta relación entre suegra y nuera sobrevolaba turbulenta sobre el primer libro de la saga de Michael McDowell. Toca ahora contenerla con El dique (con cursivas y sin ellas), y para ello, la atención se centra o bien en nuevos personajes o bien en otros ya conocidos que cobran un mayor protagonismo.

Suum cuique. Para limitar el cauce de Elinor, Mary-Love usará las tierras (reales y metafóricas) del ingeniero Early Haskew; por el contrario, las orillas de la matriarca se verán limitadas por la consistencia y crecimiento (metafórico sólo) de su propia hija, Sister. En El dique, ella, que parecía ser solo peón en esta lucha de influencias, ya no lo es tanto ¿acabará convirtiéndose en reina? ¿Será esta una pugna a tres bandas?

Michael McDowell sabe muy bien que la vertiente de una saga ha de apuntalarse sobre muchos sacos de arena y a partir de su correcta distribución. Es por ello por lo que a los principales puntales dramáticos se les unen otros, piedras que fortalecen la trama, que ahondarán en el crecimiento económico y social del pueblo: al conflicto racial se le suman los que surgen entre el pueblo y los trabajadores que llegan para construir el dique; a un matrimonio bien avenido se le opone otro que da buena cuenta de la posición social y familiar de la mujer, tan precaria, tan indefensa.

Pero, ojo, que estamos ante un referente para Stephen King, tal y como él mismo proclama: el río fluye sosegado, sí; la construcción va surgiendo metro a metro, también; pero ello no quita para que McDowell nos sorprenda, agite y convulsione con chorros a presión de alguna que otra escena inquietante. Y un final que augura corrientes subterráneas oscuras en La Casa, el siguiente capítulo de Blackwater, una obra folletinesca que aúna tan bien el avance sosegado de las grandes novelas sociales del XIX con el terror sureño del XX y XXI.

Tengo la mano en el pomo de la puerta, deseando girarlo y entrar en la penumbra.

 

Información de la contraportada:

Mientras Perdido se recupera de la inundación, propone la construcción de un dique que impida una nueva catástrofe. Sin embargo con las obras comenzarán las corrientes impredecibles y las desapariciones. Mientras tanto, en el clan Caskey, la matriarca Mary-Love ve cómo sus intereses chocan con los de Elinor, su misterioras nuera. Las tensiones entre ambas amenazan con destruir el pueblo entero. En Perdido se avecinan grandes cambios, y las consecuencias serán devastadoras.

Datos técnicos:

Blackwater: La riada (Blackwater: The Flood). Michael McDowell, 1983.

Editorial: Blackie Books, 2024.

Traductor: Carles Andreu.

Ilustrador de portada: Pedro Oyarbide & Monsieur Toussaint Louverture.es,

Tapa blanda. 11 x 16,3cms

Número de páginas: 272.

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