Lluvia, de Michael McDowell


En la reseña del anterior volumen, La Fortuna, aventurábamos que toda la saga tenía la pinta de seguir aquello que se denomina composición en anillo, y efectivamente, Blackwater termina tal y como empezó: una lluvia inclemente e incesante, un dormitorio aislado y un bote. La saga río, nunca mejor dicho, se licuó y ha desembocado en el mar. Si su inicio fue un naciente que brotó abruptamente y de modo torrencial, su cauce medio siguió una dinámica meliflua con tramos de rápidos sorpresivos entre escollos, eso sí, sospechados; ahora, en su desembocadura con Lluvia, a pesar del aniego, lo que predomina es un vastísimo delta.

McDowell se ha enfrentado a este último tomo confiriéndole naturaleza de epílogo. En él se nos cuentan los finales de los cabeza de familia de los Caskey, tratados de manera desigual: uno de ellos me parece completamente artificioso en su desarrollo y fuera de lugar, como si quisiese cumplir su cuota de terror sureño; mientras que otro resulta un homenaje hermosísimo (al modo McDowell) y sorprendente, porque está dedicado uno de los personajes que ha permanecido en un más que segundo plano durante toda la novela; y, al cabo, un tercero y último, donde, ahora sí, despliega su mejor prosa y una estupenda síntesis de todo el carácter de la novela: lo folletinesco, lo fantasmagórico, lo mágico. Ese es el verdadero final del libro.

Algo se le podrá achacar a la saga, pero eso lo dejo para aquellos lectores que necesitan que todo quede explicado, cerrado y sin ninguna fisura. Prefiero pensar que, a no ser que sea indispensable para la trama, si el autor no quiere dar explicaciones a todo porque lo que le ha interesado es narrar ciertos sucesos, allá él, es su novela, y mientras yo la disfrute, perfecto. Así, mientras que concede un final, deja sin detallar un principio; hay un cierre, pero no un origen; vemos la consecuencia, seguimos sin sospechar la causa. Quede para él si no ha querido o no ha sabido relatarla.

Perdido comienza como terminó, y del mismo modo la familia Caskey sigue el mismo cauce desde que apareció Elinor: cada uno de los integrantes cumple unos roles determinados y conforme van envejeciendo se van pareciendo más a sus progenitores, sean carnales o adoptivos; entre ellos se repiten ciertas constantes de caracteres y reiteraciones en sus relaciones, volviendo del revés la máxima de Heráclito de que no es posible zambullirse dos veces en el mismo río; aquí tanto ríos como personas distintas se convierten en uno. Estoy absolutamente convencido de que, si la saga de los Caskey continuase, sus descendientes seguirían la misma pauta que los progenitores.

Mientras escribo esta reseña, estamos a veinte grados y cae el sol de pleno, pero ello no ha impedido que caigan unas cuantas gotas durante unos minutos. La lluvia ha querido hacer un mínimo acto de presencia para recordarme la echaré de menos cuando no aparezca el miércoles de la semana que viene.


Información de la contraportada:

"1958. Pasan los años entre suntuosas fiestas, uniones insólitas y sobrecogedoras revelaciones, pero nada traerá la paz a la familia Caskey. Saben que, tras la calma, siempre aguarda una nueva tormenta. Algo terrible se cierne sobre Perdido, sus habitantes y su río. Ha llegado el momento de la profecía".


Datos técnicos:

Blackwater: Lluvia (Blackwater VI: Rain). Michael McDowell, 1983.

Editorial: Blackie Books, 2024.

Traductor: Carles Andreu.

Ilustrador de portada: Pedro Oyarbide & Monsieur Toussaint Louverture.

Tapa blanda. 11 x 16,3cms

Número de páginas: 272.

PVP: 9,90.

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