Dar la cara, de Larry Brown



La primera vez que bebí un Jack Daniels me ganó el calor que rapeló por mi garganta y me conquistó la calidez que profanó mi estómago; su primera resaca, me destrozó el ardor con que combustionó mi cabeza.

Para las personas que transitan las páginas de Dar la cara, al igual que para todas aquellas que copan el catálogo de la editorial Dirty Works, ese ardor no más que un leve chisporroteo, porque lo que de verdad quema es la vida; bueno, la vida no, la existencia, «vivir» denota algo de actividad, de afán por un fin, mientras que Larry Brown nos enchufa personajes arrumbados, abotagados por la desidia, pero que sin embargo resisten precisamente por eso… y por la jarra de cerveza que hay en la barra del bar. Para ellos la violencia y la ética no son más que superfluosidades, meros detalles insignificantes de una sociedad que camina por carreteras asfaltadas, mientras que ellos se deshilachan en arcenes polvorientos.

Leer Dar la cara es ver con diez años a tu padre vomitar en el escalón de entrada a tu casa a las cinco de la tarde.

Es revolverte insomne en la cama, preso de la ansiedad y la angustia, temiendo el despertador que te amanece para otro día sin solución.

Es meter la bota en un barrizal y llenarte de mierda cuando aún quedan horas para llegar a casa.

Es el último trago de una cerveza caliente que te vuelve aún más pegajosa la camiseta empapada de húmeda culpabilidad.

Es el acartonamiento en los calzoncillos de tus trece años, olvidados entre el colchón y el somier.

Es la segunda mitad de El cazador, la primera de Taxi Driver.

Es oír a Blind Willie Johnson cantar John The Revelator.

Es, en definitiva, la existencia descuajaringándote la vida.

Y si no lo creen, lean «Julie: un recuerdo» con resaca.

Información de la contraportada:

“Los hombres y las mujeres que se acodan en las barras de estos relatos están al borde de la ruptura, tratan de seguir adelante y fingen, pero beben y se hacen daño. Es gente común y corriente, gente abollada. Obreros fatigados, amas de casa alcoholizadas, granjeros arruinados… gente que se desloma por llegar a fin de mes y apenas puede. Hay perros atropellados, botellas escondidas, rifles cargados y salas de urgencias. Dolores íntimos con la violencia siempre a flor de piel. Larry Brown ha bebido con ellos. Ha estado en los mismos bares. Ha vomitado en los mismos urinarios. Sabe escuchar y sabe contarlo. No hay juicios morales. Sugiere más que desvela. Se mete en sus corazones y es capaz de destilar la esencia misma de la fragilidad humana.

Cuando esta obra vio la luz en 1988, la revista Newsweek calificó a su autor como «una de las voces más auténticas del Sur de Estados Unidos». Fue su ópera prima.

«Una voz fuerte y verdadera que habla con autoridad y compasión. Se mire por donde se mire, la obra de Larry Brown es excepcional. El talento ha llegado.» Harry Crews. «Larry Brown redescubre lo auténtico, como hacen los grandes escritores. Él ha estado ahí afuera y nos informa de ello en un modo ejemplar. Es un maestro.» Barry Hannah. «Brown, al igual que otros maestros minimalistas como Ernst Hemingway, Joan Didion y Raymond Carver, no escurre el bulto: trata las emociones potentes y crudas sin recurrir al melodrama.» Cleveland Plain-Dealer. «Lo que hace que estos relatos sean tan excepcionales es el don que tiene Brown para desvelar los matices de la brutalidad». Village Voice.

 

Datos técnicos:

Facing the Music. Paul Tremblay, 1988.

Editorial: Dirty Works, septiembre 2018.

Traductor: Javier Lucini (con la asistencia de Tomás Cobos).

Ilustrador de portada: Antonio Jesús Moreno «El Ciento».

Diseño de la cubierta: Nacho Reig.

Tapa blanda con solapas. 21x14 cms

Número de páginas: 174.

PVP: 22€.

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