Epifanía, de J. V. Gachs

 


A mí no me engañas, J. V. Gachs, no, esta no es tu primera novela.

Lo sé por su título, Epifanía, tan acertado en su anfibología, como “manifestación, aparición, revelación” y como “festividad del 6 de enero”. Así también en el nombre de uno de los personajes principales, Ayalga, más que apropiado en sus tres significados: “tesoro”, “lugar donde hay escondido un tesoro” y “recompensa que se recibe por lo hallado”.

 

No, no me engañas, no puede ser tu primera novela.

Una primera novela siempre comienza con una oración impactante para epatar al lector, pero sólo puesta al inicio con ese fin. Por el contrario, la primera frase de Epifanía, si bien te deja asombrado nada más leerla, mucho más lo logra cuando vuelves —y seguro que volverás— a ella al terminar el libro. Así de bien lo abarca.

«Enviudé el día que escuché el latido de mi bebé por primera vez.»

 

Ni de coña, J. V. Gachs, no puede tratarse de tu primera novela.

Lo demuestra la maestría en provocar terror a partir una escena entre cuatro niños y un cachorro donde no pasa nada. Lo remarca el oficio a la hora de relatar con mano firme y fría, como quien corta patatas, las escenas realmente escalofriantes. Lo señala la madurez a la hora de ir espolvoreando a lo largo de la novela los pequeños leitmotiv: el verdor del bosque, los gestos de los personajes, sus sensaciones internas. En fin, lo ratifica el haber convertido el tríptico de Apolo y Dafne de Ovidio, Garcilaso de la Vega y Bernini, en un cuadríptico donde la metamorfosis deviene también en unión:

«Me quité la ropa como si fuera un estorbo estúpido. El viento me acariciaba la piel desnuda. Los pájaros anidaban en mi caja torácica. Las hormigas subían por mis piernas. Mis pies crecían como raíces buscando agua. Distinguía en mi sangre convertida en savia los diferentes sabores de la tierra debajo de mí. El sol dándome vida. Los brotes tiernos de nuevas ramas saliendo de mi ombligo. Cerré los ojos y sentí por primera vez su presencia. No era solo un árbol. Donde a mí me había cubierto la corteza, al árbol le había salido piel. Aunque no podía verlo lo sabía. Bullía a mi alrededor. Un cuerpo que se fundía con el mío. El viejo roble besándome tiernamente en la boca. Lenguas, ramas entrelazadas. Saliva y rocío.»

 

Sigo sin creérmelo, J. V. Gachs, no puede ser tu primera novela.

Un escritor novel quiere que su primera obra larga destaque tanto por su contenido como por su estructura, pero en este afán por lograrlo, muchas veces deja atrás que la una ha de sostener al otro y que no se trata de un acto de filigranas. Por el contrario, aunque los sucesos de Epifanía nos lleguen en un doble salto temporal: la protagonista, Estela, derrumbada por el suicidio de su pareja, Jennifer, ve y oye en su ordenador las entrevistas que le hizo a una asesina convicta, Coral, con vistas a grabar un pódcast sobre el caso —primer salto—, mientras recuerda las consecuencias emocionales que tuvo para su relación y su actual situación; en esta entrevista, Coral relata su versión de los hechos que llevaron a la muerte de sus familiares —segundo salto—, y notamos cómo estos dejan su marca primero en Jennifer y después en Estela (y su bebé no nato); todo ello presentado a través de capítulos breves, donde además de la narración se alternan transcripciones de las entrevistas, diarios y recuerdos. Y, sin embargo, repito, a pesar de los saltos temporales y las variaciones, la historia se va desgranando de manera lineal ante nuestros ojos. Porque la intención es esa, que cuanto más clara se nos muestra la historia, más nos asalte la duda: ¿Qué versión de los hechos es la verdadera? ¿La oficial, llamémosla “realista”, o la de Coral, llamémosla “mágica”? J. V. Gachs rema muy bien entre estas aguas para que nos decantemos ora por una ora por otra y, finalmente, por ninguna o por las dos.

 

Imposible, no me creo que sea tu primera novela.

Porque de eso va Epifanía, un cuento terrible sobre la pérdida de la inocencia y del sentido de la realidad en todos sus aspectos, de las bofetadas de la vida al crecer, de la magia y de la locura, de la niñez y la adultez, de los impulsos y el dolor, la pasión y la pérdida. Y todo ello a partir de un personaje reconocido del folclore asturiano, la xana, que precisamente destaca por su ambigüedad, y de la que se aprovechan todos sus aspectos. Bravo otra vez.

 

Confiesa, J. V. Gachs, no es tu primera novela.

 

Información de la contraportada:

“Cuando Estela, embarazada, se entera de que su esposa, Eva, se ha ahorcado de un roble, no puede creer que lo haya hecho voluntariamente. Eva, una periodista obsesionada con los crímenes del llamado Jardín de los Horrores, estaba a punto de lanzar un pódcast sobre la asesina convicta Coral, quien siempre sostuvo que no fue ella quien mató a su familia y a su recién nacido desaparecido, sino un espíritu maligno del bosque. Mientras Estela se sumerge profundamente en las grabaciones, los correos electrónicos y las cartas de la investigación de Eva sobre la verdad de Coral acerca de los asesinatos, se verá obligada a afrontar una simple pregunta que podría costarle la vida y la de su futuro bebé: «¿Crees en la magia?».

«Con Epifanía, J. V. Gachs captura el silencio de una mágica noche de infancia y lo teje alrededor de un relato contemporáneo sobre el duelo. Envolvente y seductora, Epifanía es un doloroso examen de la fragilidad humana». Laurel Hightower, autora de Encrucijada. «Epifanía de J.V. Gachs es un cuento de hadas moderno, fascinante y complejo. Una novela cautivadora y terrorífica a partes iguales». Cynthia Pelayo, ganadora del Premio Bram Stoker.

 

Datos técnicos:

Epiphany. J.V. Gachs, 2023.

Editorial: Dolmen, mayo 2024.

Traductora: J. V. Gachs.

Ilustrador de portada: Marcela Bolívar.

Tapa blanda con solapas. 15x21.

Número de páginas: 224.

PVP: 17,95€.

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