Echidna, de Beatriz Alcaná
Despreciad las cronologías. No os
quepa duda alguna de que, durante una noche tormentosa de hace más de un siglo,
quedaron atrapados en una casa señorial junto al lago Moosehead, en Maine, Edgar
Allan Poe, H. P. Lovecraft, August Derleth y una joven llamada Beatrix Kerguelen.
El tiempo desapacible les había impedido salir a hacer una de sus acostumbradas
caminatas nocturnas, así que decidieron dedicarse a otros menesteres: cada uno
escribiría un relato, al día siguiente se leerían todos en voz alta y elegirían
un ganador. Este suceso habría quedado olvidado en aquel tiempo tempestuoso, si
no fuese porque la casualidad hizo que una tataranieta salmantina de Beatrix
hallara su manuscrito en los fondos de una vetusta biblioteca
municipal a la que su antepasada había donado toda su librería.
Cuando Beatriz Alcaná, que así se
llama la descendiente, dio a conocer bajo el nombre de Echidna aquel
relato, el mundo literario se vio conmocionado por un hecho trascendental: Las
aventuras de Arthur Gordon Pym, En las montañas de la locura y La sombra
sobre Innsmouth, entre muchas otras, habían bebido de las aguas de Echidna.
Es más, esta apasionante novelita rendía homenaje a los escritores de aquella
noche lacustre poniendo sus nombres y los de otros colegas a sus protagonistas.
Imagino a Beatriz Alcaná
dilucidando para sí el olvido en que había caído Beatrix, aquella promesa de
las letras, a la que seguramente el pícaro de Derleth le había robado las ideas
para, al modo contaminatio plautina, aumentar el extraño mundo de su amigo Howard
Phillips. «Es hora de restituir el honor de Beatrix»,
se habría dicho y presentó Echidna al V Concurso de Novela Corta de
Terror y Fantástica “Marta Portal” de Navas, que ganó con todo merecimiento en
2022.
Dejémonos ahora de elucubraciones,
tan imaginarias para ustedes como ciertas en mi cabeza, y hablemos del relato.
Echidna es amor por la
diversión, entendida esta como un asunto bastante serio a partir de un deseo, así
como resultado de la pasión por un género literario de una época específica, y
denuedo y respeto por el oficio literario. Me explico: Beatriz Alcaná toma la
narración de viajes hacia lugares ignotos señalados con un hic sunt dracones
en los mapamundi para seguir la estela del Julio Verne de La esfinge de
los hielo, continuador de Poe, sumergirlo en el mundo lovecraftiano y aderezarlo con un último tercio pulp al estilo de Howard Carter. ¿Estamos hablando
de un pastiche? No, ni mucho menos. Hay en Alcaná un esfuerzo tremendo por dar uniformidad
a tantos mundos diferentes en un relato absoluto, en el sentido de completud homogénea,
jugando con sus tropos a la vez que creando algo nuevo.
Así, la novelita se apodera de
una presentación a partir de retazos de diarios y cartas entre los
protagonistas, tan del gusto de la novela de terror decimonónica y de
principios del XX. En el modo de describir los ambientes y de narrar los
sucesos, así como en los diálogos, hay un algo que nos remite a tal género, sí,
pero al mismo tiempo una habilidad para traerlo a una nueva época, a un nuevo
tipo de lector; eso sí, sin traicionar ni trivializar a sus modelos antepasado.
Goza Alcaná, sin duda, de sabiduría, oficio y creatividad, pero sin una
impedimenta sustanciosa de lecturas a sus espaldas y un disfrute extraída de
ellas, no habría logrado dar a Echidna el empaque que tiene.
Las descripciones que había en Gordon Pym acerca de todo el aparato marino, así como las geográficas de Las
montañas de la locura o las físicas de los habitantes de Innsmouth, se ven
aligeradas en Echidna por mor de la extensión del relato (obligado por
las reglas del concurso al que fue presentado —y no sé si a causa de él creado—),
pero no resultan vacuas ni mucho menos meramente anecdóticas, sino que cumplen
con su función de rodearnos de su ambiente y circunstancias. Por otro lado, todos
sus personajes están perfectamente caracterizados según la narrativa de la época,
a diferencia de Moira (precioso caso de nombre parlante, que sólo podría ser
mejorado por el de Casandra), que, con un papel mucho más independiente y
activo que el de sus antecesoras literarias, resulta uno de los aspectos más resaltables
de Echidna.
Por último, queda en manos de la
autora tanto como en mi rincón de deseos, el saber más de la infancia de Moira,
del recuerdo de la relación previa entre el doctor Derleth y lady Augusta
Sophia Young o del relato de los amores de los abuelos de Graham Doyle.
En mi mente, y, ojo, que son
palabras mayores, esta novelita quedará prendida, como homenaje a la obra de
Lovecraft o a la de viajes marinos a lo desconocido, al lado de La Cosa,
de John Carpenter, o El horror, de Dan Simmons, respectivamente.
Gracias por este broche lustroso,
Beatriz Alcaná.
Información de la solapa:
“Febrero de 1858. El HMS Echidna
emprende una expedición científica con el objetivo de localizar el polo sur
magnético. A bordo viaja el doctor Terrance Derleth, a quien su vieja amiga
lady Augusta Sophia Young, la esposa del gobernador de Tasmania, pide ayuda en
una carta al enterarse de que pasarán el invierno en la isla. Su ahojada, Moira
Cox, padece unos extraños delirios: está convencida de que unas criaturas
ancestrales se comunican con ella desde las profundidades del océano. Junto al
doctor Derleth viajan el irreverente teniente Virgil Lockhart y el joven
cirujano irlandés Graham Doyle. Todos ellos tratarán de velar por la vida de la
señorita Cox mientras la verdad se va desvelando poco a poco. Lo que ninguno
sospecha es que tal vez sea la propia Moira quien esté tratando de salvar a la
tripulación del Echidna de un destino peor que la muerte.”
Datos técnicos:
Echidna, Beatriz Alcaná 2024.
Editorial: Casa de la Cultura
Marta Portal de Nava (Echidna fue ganadora del V Concurso de Novela
Corta de Terror y Fantástica “Marta Portal” de Nava)
Rústica.
Formato: 13 x 20 cm.
Número de páginas: 68.
P.V.P.: disponible gratuitamente en
Lektu.
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